11 de junio de 2015

Cuando la vida es sueño

Alguna vez todos hemos deseado ser otros completamente diferentes: reorganizar nuestra vida, no tener que lidiar con los problemas del día a día, encontrar la pareja y/o el trabajo perfectos, ir de vacaciones al menos una vez al año y cientos de cosas más. En definitiva, buscamos ser felices.

Aunque esto es lo que nos gustaría poder conseguir algún día, sabemos que hay demasiadas cosas que nos impiden realizar nuestro deseo, pues la felicidad no es más que un instante; no ha acabado de llegar a nosotros cuando sucede algo que nos la arrebata.

Esto mismo le sucedía al pobre Alonso Quijano, más conocido con el sobrenombre de Don Quijote de La Mancha, como él mismo se hizo llamar, que en cuanto creía que las cosas iban a su favor y pensaba que comenzaban las aventuras, y con ello, su oficio de caballero, todo se truncaba y el buen hombre nunca podía llevar a cabo lo que más deseaba. Sin embargo, a pesar de los continuos contratiempos y las dificultades que atravesó, nunca perdía la esperanza y con optimismo y entusiasmo esperaba a la siguiente ocasión, convencido de que le traería una verdadera aventura que él como caballero andante pudiera solventar.

Al igual que Don Quijote y a pesar de los inesperados giros que da la vida, nunca dejamos de aferrarnos a ese deseo de hallar la felicidad y por ello nos levantamos cada vez que tropezamos con una piedra, la cual es, en ocasiones, más difícil de saltar de lo que nos gustaría, a sabiendas de que tras ella otras mil más vendrán.

Este dulce imposible que es la utopía podría llevarnos a pensar que no estamos mucho más cuerdos de lo que lo estaba Don Quijote, pues  tal y como él, sin pensar en los obstáculos, nos obcecamos en conseguir algo que casi con toda probabilidad no llegaremos a alcanzar, sin importarnos aquello que nos digan, pues el querer y la esperanza lo pueden todo. Tanto es así que ¿existe algo más bonito que soñar y dejar volar la imaginación como hacíamos sin miedo ni pudor cuando éramos tan solo unos niños? Pues es el anhelo de conseguir aquello que deseamos lo que nos lleva a caminar, ya que cada vez que damos un paso hacia nuestra inalcanzable meta, un paso más allá da ella, pero es la ilusión innata en el ser humano la que nos mueve a recorrer nuestro camino, a progresar, a superar las dificultades dejando atrás a todos aquellos que dijeron: “Nunca lo conseguirás”, porque no hay nada más triste que vivir sin imposibles que perseguir y por los que luchar.

Es por ello que nunca debemos rendirnos ante las dificultades ni dejar que acaben con nuestros ideales ya que no son más que pruebas que la vida coloca en nuestro camino para enseñarnos a apreciar tanto lo que tenemos como la verdadera felicidad, ese instante que nos embriaga por completo.

Si es que ya lo decía el loco pero a la vez cuerdo Don Quijote: “Los deseos se alimentan de esperanzas”.

Sandra Jiménez Lozano 1º CITE



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