CONCURSO LITERARIO 2015-2016
LA HISTORIA JAMÁS CONTADA DE...
1º CICLO ESO
1º PREMIO..........................DESIERTO
2º PREMIO: RAÚL GUIJO ROBLES: 2º ESO A
El Hobbit: el final de Bilbo Bolsón
3º PREMIO...........................DESIERTO
2º CICLO ESO Y POSTOBLIGATORIA
1º PREMIO: NATALIA ZURITA MICHALSKA:
1º BACHILLERATO DE CIENCIAS
La historia jamás contada de Tate Langdon
2º PREMIO: MARÍA JOSÉ BALSERA: 3º ESO C
El cumpleaños de Pinocho
3º PREMIO..........................DESIERTO
La entrega de los premios tendrá lugar el viernes 27 de mayo durante el recreo en la biblioteca del centro.
¡Enhorabuena a los ganadores! ¡Gracias a todos por participar!
Aquí os dejamos los relatos ganadores:
La historia
jamás contada de Tate Langdon:
Muchas personas me conocen por: ''El chico que asesinó
a los compañeros de su instituto'', o simplemente me conocen por una de mis
famosas frases: ''Normal people scare me'' (la gente normal me asusta), y otras
personas simplemente no me conocen, así que haré una breve introducción.
Con 16 años me armé con cuchillos, pistolas, y
escopetas; y tras matar a mi padrastro, me dirigí a mi instituto y le arrebaté
la vida a... ¿Quince? ¿Dieciséis personas? No lo sé, hace ya mucho de aquello.
Cuando estás muerto todo te da un poco igual. No
tienes que vivir todos los días como si fuera el último; nunca lo es.
Y sí, muerto.
Tras cometer todos esos homicidios, los SWAT vinieron
a mi casa. Cuando entraron en mi habitación me encontraron con la mirada perdida,
y sin inmutarme, saqué la pistola dispuesto a disparar contra ellos. ¿Problema?
Ellos fueron más rápidos.
Por aquel entonces matar me daba la vida, y en ese
momento me la quitó. Curioso, ¿verdad?
La gente que me conoce cree que sabe el motivo de por
qué hice aquello, y la verdad de la frase de: ''Normal people scare me'', pero
lo cierto es que no.
Todo el mundo sabe la historia de que mis padres se
divorciaron, y eso me llevó a una depresión que me impulsó a hacer todo
aquello.
Pero no, no fue tan simple.
Yo no era un adolescente depresivo que derivó a
asesino; yo era un adolescente depresivo que derivó a psicópata.
Ni es lo mismo, ni todo fue por la separación de mis
padres.
Un asesino no tiene ninguna enfermedad mental, en
cambio un psicópata sí.
Un psicópata es incapaz de empatizar, y yo llegué a
ese punto.
Aún recuerdo como el primer día que fue lo que me hizo
llegar a ese extremo…
Así que, aquí tenéis mi historia jamás contada:
- Papá, ¿dónde está mamá?
Era la primera vez que me atrevía a preguntar eso,
pero esa cuestión llevaba ya un tiempo en mi cabeza.
En el colegio hablaban siempre de ''papá y mamá'', y
yo nunca supe que contestar cuando me preguntaban acerca de ella, porque
realmente no sabía por qué no tenía.
Pero él, como de costumbre, no respondió a mi pregunta
y se quedó mirando a un punto fijo. Lo que me extrañó es que finalizara con una
extraña sonrisa. Él no solía sonreír.
- Papá...
Le tiré levemente del pantalón para llamar su
atención. Sabía que le molestaba que lo hiciese, pero era la única forma de que
me contestara algo.
- ¡Tate, te he
dicho miles de veces que no hagas eso!
Apartó mi pequeña mano de un manotazo. Yo simplemente
gimoteé, pero no me daría por vencido, quería saber la respuesta.
- Pero papá...
¿dónde está mamá?
- Muerta.
Me quedé en silencio durante unos segundos. Con esa
edad aún no entendía muy bien que era eso de la muerte. Solo había escuchado
por comentarios sueltos de gente y en el colegio que cuando las personas se
mueren, van al cielo.
- ¿Mamá está en
el cielo?
- No, las malas
personas no van al cielo. -se agachó para quedar a mi altura y me miró a los
ojos.- Tu madre era mala. Quería que yo no pudiera cuidar de ti, quería
encerrarme. ¡Decía que estaba loco!
Con cuatro años no sabía diferenciar una persona loca
de otra normal, pero hoy en día sé que de los dos, ella no es la que se merecía
morir, aún sin conocerla.
- ¿Por qué se
murió mamá?
Pude notar en su rostro que le empezaban a molestar
mis preguntas.
- Ella tenía
que morir. Ellos me lo dijeron, y ellos nunca se equivocan.
- ¿Quiénes son
ellos, papá?
- Ellos. Pero
ellos no podían matarle, así que tuve que hacerlo yo. -volvió a sonreír de la
misma manera que antes.- Pero fue por algo bueno. Ahora somos felices, cariño.
Al finalizar la frase me cogió por los hombros en
señal de afecto, pero me estaba haciendo daño. Siempre apretaba demasiado.
Por aquel entonces pensaba que mi padre era bueno, que
se deshizo de ella simplemente por mi bien, pero no. No fue así. Mi padre no
estaba cuerdo.
- Pero... mis
amigos se ríen de mí. Dicen que no tengo mamá, y que ellos sí que tienen.
Me miró a los ojos por unos segundos, en silencio, y
volvió a sonreír extrañamente.
- Tranquilo,
mañana todo irá bien.
Besó mi frente y, tras decir eso, me ordenó que me
acostase. Nunca me daba las buenas noches en la cama, al igual que tampoco me
acompañaba a mi habitación. Decía que ellos no querían, que tenía que aprender
yo solo.
Hoy en día sé que padecía esquizofrenia, y por eso
escuchaba y veía a gente que yo no podía. “Ellos” solo existían en su cabeza.
Cuando me desperté al día siguiente todo fue normal,
como todas las mañana. Pero hubo algo que me inquietó: mi padre se vistió con
traje de chaqueta, cosa que nunca le vi hacer.
Normalmente siempre iba vestido con camisetas viejas y
estropeadas y pantalones vaqueros gastados, así que verle así vestido, llamó mi
atención.
- Papá, ¿por
qué te vistes así? -pregunté mientras comía mi tazón de cereales.
- Hoy es un día
muy importante, pequeño.
- ¿Por qué?
- Tate, ¿no
crees que has hecho suficientes preguntas?
Decidí no preguntar más. Sabía que muchas preguntas le
incomodaban y ya ayer había hecho demasiadas. Lo último que quería era hacerle
enfadar.
Después de desayunar, nos montamos en el coche para
dirigirnos al colegio. Como de costumbre no cruzamos ni una palabra durante el
trayecto.
Aparcó donde siempre y me bajé con mi pequeña mochila
a mis espaldas.
No solía acompañarme hasta la puerta del centro, ya
que según me había dicho, no le caían bien los demás padres. Pero aquel día me
acompañó, cosa que llamó mi atención.
- A ver, a ver,
a ver. -habló en voz alta, una vez había llegado al lugar en el que se
encontraban los demás padres.- Soy el papá de Tate, Tate Langdon. -tenía una
sonrisa que a primera vista parecía encantadora, pero yo sabía que no lo era.-
Me ha comentado que alguno de estos niños, -miró hacia abajo donde estaban
ellos junto a sus padres.- se han reído de él porque no tiene madre.
Todas las personas que estaban allí presente prestaban
atención a cada una de sus palabras, pero no decían nada.
- Si esos niños solo hubieran tenido a su padre,
-prosiguió.- os aseguro que nada de esto hubiera ocurrido. Las mujeres sois
malas. Pensáis que podéis controlarnos, pero no es así. Solo queréis apartar a
vuestros hijos de sus padres.
Observé como algunos niños se colocaron detrás de sus
madres, como si supieran lo que estaba a punto de pasar.
- Pero tranquilos;
eso no va a ocurrir.
A partir de ahí lo recuerdo todo como si de una
película a cámara lenta se tratase. Sacó una pistola de su bolsillo y disparó
contra una de las madres que se encontraba allí, justo en la cabeza.
Sangre, gritos.
Otro disparo.
Sangre, llantos, gritos.
Acabó con la vida de todas las madres que había allí.
Sus maridos y los niños lloraban y gritaban. Estaban
muy nerviosos, sin saber cómo reaccionar. Si intentaban algo contra mi padre, también
acabaría con sus vidas.
Yo simplemente me quedé con la mirada perdida entre
tantos cuerpos sin vida, viendo como mi padre sonreía. Esa sonrisa que tanto he
llegado a odiar, pero que hoy en día imito a la perfección.
Se agachó a mi altura, besó mi frente y me susurró la
frase que jamás podré olvidar.
- Tate, te juro
que soy normal.
Y justo entonces apretó el gatillo con la pistola en
el interior de su boca, cayendo desplomado al suelo.
Parte de su sangre me salpicó en la cara. Los que
seguían vivos gritaban horrorizados, maldiciendo a mi padre, mientras que yo,
por más que hiciera, no conseguía que me respondiera ni un solo músculo. No
lloré, no grité, no me moví.
Lo siguiente que recuerdo es a un montón de policías
haciéndome preguntas sobre todo lo que había ocurrido. En efecto, mi padre
había sido calificado como psicópata y esquizofrénico.
Desde entonces, me pasaba los días hablando lo menos
posible y con la mirada perdida continuamente. Tenía miedo y desconfiaba de
todos. La única persona del mundo que se supone que tiene que quererte y
protegerte, se había convertido en uno de los mayores psicópatas a nivel
mundial.
Pero, por suerte o por desgracia, todo cambió.
Me adoptaron. Es difícil que adopten a un chico de
cuatro años, y más con la vida que tuve. Cuando alguien me quería adoptar, al
leer mi historia siempre se echaban hacia atrás. Pero ellos, sin ninguna razón,
lo hicieron.
Poco a poco pude volver a ser un niño normal.
La gente se fue olvidando de mi historia y yo intentaba
dejarla apartada en mi cerebro. Volví a hablar y a confiar en el hombre que
ahora llamaba papá.
Todo iba bien: mi padre tenía un buen trabajo, y mi
madre cuidaba bien de mí; me sentía querido y protegido. Pero un día, como
siempre pasa, las cosas empezaron a torcerse. Echaron a mi padre del trabajo, y
las comodidades y la buena vida se acabaron.
Mi madre decidió divorciarse de él, y aquí fue donde
caí en aquella gran depresión.
No entendía como mi madre podía tener la cara de
divorciarse de él simplemente por el dinero. No le importaba mi felicidad, ni
la de ella misma. Cuando consiguieron separarse, mi madre no me permitió verlo
nunca más, y él, hasta lo que me han dejado saber, no hizo nada por intentarlo.
Era como si definitivamente el destino no quisiese que tuviera padre, y perder
a una figura paterna por segunda vez me chocó demasiado.
A los pocos meses conoció a un señor millonario y se
casaron. Fue todo muy rápido. Mi madre quería aparentar que tenía una vida
feliz, pero no era así. Nadie era feliz en esa casa.
Nunca consideré a ese señor mi padre. Nunca me dio
buena espina. Intentaba comprarme con regalos, pero con 16 años yo ya tenía las
cosas muy claras.
Poco a poco volví a dejar de hablar y a mantener la
mirada perdida. Estaba volviendo a ser ese niño asustado que desconfiaba de
todo el mundo.
Y de repente llegó. Mi último día como ser mortal.
Estaba escuchando música a través de unos auriculares.
Me encantaba evadirme del mundo de esa forma. Todas las cosas malas dejaban de
existir por unos instantes.
Pero la puerta abriéndose me interrumpió, lo que me
dio mucha rabia, y más me molestó cuando vi de quién se trataba.
- Hola, Tate.
-me sonrió incómodamente.
- ¿Qué quieres?
Te he dicho miles de veces que no entres aquí.
- Lo sé,
perdona, solo quiero hablar contigo.
- ¿Qué pasa
ahora?
- Verás... -se
adentró en mi habitación y se sentó en el filo de mi cama.- Quiero que todo
salga bien, y no pretendo que me veas como a tu padre, simplemente quiero que
sepas que no estoy aquí para hacerte la vida peor, simplemente para hacer feliz
a tu madre.
- Ella no te
quiere, ¿es qué no te das cuenta? Solo te quiere por tu estúpido dinero.
Acéptalo. -era consciente de la dureza de mis palabras para él, pero eso me
divertía.
Él suspiró pesadamente y cuando se iba a dar por
vencido, decidió seguir la conversación e insistir. Si tan solo se hubiese ido
en ese momento, quizás ahora todo sería diferente.
- Tate, te juro
que soy normal. No sé por qué…
Él siguió hablando y hablando, intentando convencerme
de que era un buen tío, pero no pude escuchar más. Todo en mi cabeza comenzó a
ser un caos. Volví a revivir todos aquellos momentos que me destrozaron la
infancia, uno a uno. Como si me estuvieran enseñando fotograma a fotograma
aquel día.
"-
Tranquilo, mañana todo irá bien."
"- Hoy es un día muy importante, pequeño."
"Sangre, llantos, gritos.''
- ¡Tú eres cómo él! -grité, totalmente fuera de mí.
Me levanté con furia y lo siguiente que recuerdo son
sus gritos suplicándome que no le quitara la vida, pero obviamente no fue así.
Después me acordé de todos esos niños que en el
colegio se reían de mí por no tener madre. Si ellos no se hubieran reído, nada
hubiera ocurrido. Así que me hice con un montón de armas y… bueno, ya sabéis el
resto.
Jamás me importó el daño que pude ocasionarle a mi
madre o a mi padrastro por haberle asesinado. Tampoco me importaron las
familias destrozadas por haber matado a mis compañeros del instituto. Es más,
me producía cierta satisfacción. Eso es ser un psicópata.
Así que, sí, por eso digo la frase de ''Normal people
scare me'', porque, realmente, si la gente normal es así, la gente normal me
asusta.
Espero que haberme abierto en canal para que veáis
todas mis miserias sirva de algo, y que antes de querer conocer a alguien, os
lo penséis. Quizás os arrepintáis.
El Hobbit: El final de Bilbo
Bolsón
Tras cumplir su
centésimodécimoprimer cumpleaños, Bilbo Bolsón, el famoso Hobbit que obtuvo uno
de los 20 poderosos anillos en el interior de una montaña, desapareció por
segunda ocasión, esta vez sin un aparente regreso. Los demás hobbits
curioseaban en su casa, en busca del oro que trajo en su primera aventura, una
fortuna que le duró a Bilbo muchísimos años.
Frodo, su heredero, no sabía cómo
evitar a la muchedumbre amontonada en la puerta de la casa de Bilbo, curiosa y
deseosa de llevarse parte del botín.
Tras colocarse el anillo, el cual
le daba el poder de ser invisible mientras que este lo llevase puesto, el
anciano y legendario Hobbit entró silenciosamente en su casa. El gentío que
asistió a su fiesta de cumpleaños número ciento once se preguntaba que donde
estaba, sin saber de la existencia del anillo.
Dentro de la casa, estaba
Gandalf, el Gris, que tras una larga y dura conversación con Bilbo, consiguió
que este se deshiciese del anillo y se lo dejase a Frodo junto una promesa, la
protección de Gandalf a Frodo. El anciano Hobbit se despidió e Gandalf
posiblemente por última vez en su longeva vida y se marchó en la oscuridad de la noche, mientras la
fiesta en su honor seguía.
El vino y los manjares abundaban
en una enorme cantidad, pero lo que también abundaba era la preocupación de
Frodo respecto a la vejez de su tío, ya era demasiado mayor, no tenía sentido
que se fuese así porque sí.
Muchos, al cabo de muchos años,
pensaron que escondían el famoso botín que consiguió en el viaje en el que
acompañó a Thorin, heredero del trono de los enanos de la Montaña.
Ahora el verdadero deseo del
viejo, aunque bien conservado Bilbo era ver las montañas, ver de nuevo los
lugares que visitó con solo cincuenta años, poco para un Hobbit.
Deseaba con toda su alma ver la
Montaña Solitaria y recordar cuando arriesgó su vida al hacerle frente a Smaug,
el dragón que arrebató el gran tesoro de los enanos. Pero también deseaba el
anillo, el Anillo Único, el que le arrebató a Gollum.
Gollum antes era un Hobbit
llamado Sméagol, el día del cumpleaños de su hermano, Sméagol encontró el
anillo en un río y se lo puso, siendo invisible a la vista a los demás. Sméagol
se fue a la montaña y se metió en la oscura cueva donde Bilbo lo encontró con
su ‘’tesoro’’.
Pero Bilbo resistió la tentación
y siguió con su camino. Primer objetivo, la Montaña Solitaria, antaño, hogar de
enanos y de Smaug durante un tiempo.
El anciano Hobbit se da cuenta de
que pierde fuerzas, de estar en forma y sano, a sentirse cansado y dolorido.
Pero descansaba y de paso seguía escribiendo su libro, un proyecto que lleva
realizando desde antes de irse de Bolsón Cerrado.
Un par de meses pasaron para este
Hobbit, el cual llega finalmente a la Montaña Solitaria.
Trágicamente, lo que antes eran
unas bellas tierras, ahora son el lugar donde Sauron, el señor del Mal aguarda,
espera el momento oportuno para tomar el control de la Tierra Media y hacerse
con el anillo de Bilbo y Frodo. Bilbo, decide regresar sobre sus pasos de gran
tamaño e ir a Rivendel, la ciudad élfica.
Descansando, escribiendo y
volviendo a caminar, así avanzaba la leyenda Hobbit que cada vez más le pesaban
los años ya ni parecía el mismo, las arrugas abundaban en su cara, pero no se
rindió, sabía lo que en Rivendel le esperaba. Sabiduría, armonía y arte,
perfecto para su libro.
-¡Alto! ¡¿Quién va?!-Preguntaba
de una forma un tanto agresiva uno de los guardias
-Soy Bilbo Bolsón de Bolsón
Cerrado, en Hobbiton
-¡Déjale pasar!-Ordenó una figura
por detrás- Es de confianza, no va a hacer nada.
-¿Elrond eres tú?-Preguntaba
dudoso Bilbo, la edad le había afectado un poco el oído.
- Sí-Afirmaba- ¿Qué hace un
Hobbit aquí? Desde tu viaje a Erebor (la Montaña Solitaria) no hemos visto a
ninguno. Mejor cambio de pregunta, ¿qué te trae por aquí?
-Quería hablar contigo a solas a
poder ser, es muy importante.
-Claro, ¿por qué no?-Dijo Elrond
echándole el brazo por detrás de la espalda a Bilbo.
Los dos anduvieron por los verdes
y coloridos jardines de Rivendel, recorrieron también pasillos y pasillos hasta
llegar a una habitación donde, tranquilamente, podían hablar solos.
-Y dime, ¿Qué es esa cosa TAN
importante de la que querías hablarme?
-Verás… yo… no advertí a mi
sobrino Frodo del maleficio que posee el anillo, de lo peligroso que puede
llegar a ser. Temo qué le pueda pasar.
-¿Hay alguien que se lo pueda
contar al chico?-Preguntó gravemente preocupado Elrond.
-Me temo que no mi señor Elrond-Se
lamentó Bilbo
-¿Y Gandalf el Gris, no le
dejaste a cargo del joven?
-Le dije que le cuidara durante
mi ausencia. Confío en que Gandalf se lo contase y que Frodo tomas una decisión
sobre el anillo. Ay, el anillo, recuerdo cuando jugueteaba con él en mi
bolsillo. Jajaja-Reía Bilbo de una forma muy rara
-¿Bilbo Bolsón, que te pasa?
-Dadme mi tesoro. Mi tesoro. Me
lo ha quitado. ¡MI TESORO!-Gritaba y maldecía como loco, de una forma muy
similar a como Gollum lo hacía.
Estar cerca sesenta años en
posesión del anillo les había trastornado, loco, deseoso del poder del anillo.
Un anillo que solo Sauron, señor del Mal podía controlar, aunque él también se
volvía loco al estar sin él.
Bilbo se calmó y pidió disculpas
a Elrond el cual le perdonó. Elrond sabía que eso era normal en personas que
tenían el anillo, él mismo tuvo presencia de la avaricia que se crea al tener
el anillo.
Tres mil años atrás, el ejército
élfico dirigido por Elrond y el ejército humano dirigido por Isildur, se
enfrentaban en el Monte de Destino (donde el anillo fue creado y ha de ser
destruido), enfrentando a las fuerzas de Sauron y a sus orcos. Fue una ardua
batalla, cuando Isildur queda a merced de Sauron, Isildur le cortó un dedo,
donde el anillo se hallaba. Isildur intentó destruirlo, pero este ya le nubló
la mente y no lo hizo, básicamente se lo quedó él para su disfrute personal.
Luego, Elrond le proporcionó a
Bilbo una habitación para él solo, donde podía escribir y olvidarse del anillo
durante mucho tiempo.
Durante unos largos quince años,
Bilbo permaneció tranquilo en Rivendel, seguía escribiendo sus libros, a veces
con dibujos que el mismo hacía cuando, como esperaba, su querido sobrino y
heredero de su ‘’fortuna’’ y del anillo, lega a Rivendel, pero no viene solo,
le acompañan Sam Gamyi, Pippin Tuk, Merry Brandigamo y Aragorn también conocido
como Trancos, heredero al trono humano y descendiente de Isildur.
Bilbo estaba sentado en el jardín
tranquilo, que cuando ve que Frodo se le acerca, se le iluminan los ojos, hacía
muchos años que no veía y quería expresarle todo lo que le echaba de menos, y
Frodo a él.
Le llevó a su habitación, donde
le enseñó su libro y le otorgó la daga de Dardo, cuya hoja se ilumina cuando
los orcos moran cerca de ella, y también le entregó el Mithril, una cota de
malla ligera como una pluma, pero resistente como escamas de dragón.
Cuando Frodo se iba a probar el
Mithril, Bilbo ve el anillo, reaccionando con ansias de tocarlo por última vez, asustando al joven Hobbit.
Pero lo que Frodo no sabía, es
que mientras él estaba en un consejo discutiendo sobre quién destruiría el
anillo, Bilbo planeaba una escapada, quería estar lejos del anillo, aunque aún
este poseía parte de su mentalidad.
-¿A dónde váis Bilbo Bolsón-Preguntaba
Elrond después de acabar el consejo.
-Mi señor Elrond ha sido un
honor, pero he de marcharme, debo estar alejado del anillo-Le explicaba Bilbo-Había
pensado ir a las Tierras Imperecederas, pero para ello necesito que me deis
vuestros dones, allí descansaré por siempre.
-Yo os los doy Maglor Telrúnya,
que vuestro viaje sea propicio-Le deseaba Elrond.
Y Bilbo llegó finalmente donde
veía elfos y más elfos que le preguntaban si tenía los dones, a lo que él
respondía afirmando. Allí vio una casa donde murió y escribió:
El día acaba,
Mis ojos se cierran,
Pero un largo viaje
Aún me espera.
¡Adiós amigos!
Ya oigo el llamado,
Junto al muelle de piedra,
Aguarda mi barco.
Blanca es la espuma,
Grises las olas,
Más allá del ocaso,
Va mi derrota.
¡Adiós amigos!
Ya despliegan las velas,
Hay viento del este,
Las amarras sueltan.
Pero detrás del Sol,
Unas islas yacen
Donde me alzaré,
Cuando todo acabe.
Al oeste del oeste,
Hay tierras de cuento
Donde la noche es pacífica
Y sereno el sueño.
Guiado por la Solitaria
Estrella navego
Alejándome más y más
Del último puerto.
Digo mi último adiós,
A la Tierra Media.
¡Sobre mi mástil
Diviso ya la Estrella!
Y así decía un noble y honrado
Hobbit en su lecho de muerte, se enfrentó a dragones, orcos y a tres enormes
Trolls que lo querían devorar. Su suerte nunca lo abandonó y siempre tenía una
excusa para librarse de una muerte prematura. Sin lugar a dudas un gran Hobbit
atrapado en un pequeño cuerpo con grandes pies peludos. ¡Gracias por todo,
Bilbo Bolsón!
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No des datos personales. Identifícate con tus iniciales y añade aquí tu comentario.