En
esta ocasión la periodista y escritora Eva Díaz Pérez ha realizado la Alocución a la lectura con el
título Paisaje dentro de un libro, en la que identifica al libro con una
ventana a la que asomarse a otras épocas, como la del momento histórico del 16
de diciembre de 1927 (noventa años de los actos del homenaje a Góngora en los
que se dio a conocer la Generación del 27).
En nuestro centro queremos resaltar la lectura de cuentos tradicionales
andaluces que han hecho los alumnos de 3º de ESO con su profesor de Lengua
Castellana y Literatura, Andrés García.
A continuación se ofrece el texto leído y las actividades que se propusieron
posteriormente:
"QUIEN NO TE CONOZCA, QUE TE COMPRE”, de Cuentos y chascarrillos
andaluces (1896), DE JUAN VALERA.
No nos atrevemos a asegurarlo, pero nos parece y querernos suponer que
el tío Cándido fue natural y vecino de la ciudad de Carmona.
Tal vez el cura que le bautizó no le dio el nombre de Cándido en la
pila, sino que después todos cuantos le conocían y trataban le llamaron Cándido
porque lo era en extremo. En todos los cuatro reinos de Andalucía no era
posible hallar sujeto más inocente y sencillote.
El tío Cándido tenía además muy buena pasta.
Era generoso, caritativo y afable con todo el mundo. Como había heredado
de su padre una haza, algunas aranzadas de olivar y una casita en el pueblo, y
como no tenía hijos, aunque estaba casado, vivía con cierto desahogo.
Con la buena vida que se daba se había puesto muy lucio y muy gordo.
Solía ir a ver su olivar, caballero en un hermosísimo burro que poseía;
pero el tío Cándido era muy bueno, pesaba mucho, no quería fatigar demasiado al
burro y gustaba de hacer ejercicio para no engordar más. Así es que había
tomado la costumbre de hacer a pie parte del camino, llevando el burro detrás
asido del cabestro.
Ciertos estudiantes sopistas le vieron pasar un día en aquella
disposición, o sea a pie, cuando iba ya de vuelta para su pueblo.
Iba el tío Cándido tan distraído que no reparó en los estudiantes.
Uno de ellos, que le conocía de vista y de nombre y sabía sus
cualidades, informó de ellas a sus compañeros y los excitó a que hiciesen al
tío Cándido una burla.
El más travieso de los estudiantes imaginó entonces que la mejor y la
más provechosa sería la de hurtarle el borrico. Aprobaron y hasta aplaudieron
los otros, y puestos todos de acuerdo, se llegaron dos en gran silencio,
aprovechándose de la profunda distracción del tío Cándido, y desprendieron el
cabestro de la jáquima. Uno de los estudiantes se llevó el burro, y el otro
estudiante, que se distinguía por su notable desvergüenza y frescura, siguió al
tío Cándido con el cabestro asido en la mano.
Cuando desaparecieron con el burro los otros estudiantes, el que se
había quedado asido al cabestro tiró de él con suavidad. Volvió el tío Cándido
la cara y se quedó pasmado al ver que en lugar de llevar el burro llevaba del
diestro a un estudiante.
Este dio un profundo suspiro, y exclamó:
-Alabado sea el Todopoderoso.
Por siempre bendito y alabado, -dijo el tío Cándido.
Y el estudiante prosiguió:
-Perdóneme usted, tío Cándido, el enorme perjuicio que sin querer le
causo. Yo era un estudiante pendenciero, jugador, aficionado a mujeres y muy
desaplicado. No adelantaba nada. Cada día estudiaba menos. Enojadísimo mi padre
me maldijo, diciéndome: eres un asno y debieras convertirte en asno.
Dicho y hecho. No bien mi padre pronunció la tremenda maldición, me puse
en cuatro pies sin poderlo remediar y sentí que me salía rabo y que se me
alargaban las orejas. Cuatro años he vivido con forma y condición asnales,
hasta que mi padre, arrepentido de su dureza, ha intercedido con Dios por mí, y
en este mismo momento, gracias sean dadas a su Divina Majestad, acabo de
recobrar mi figura y condición de hombre.
Mucho se maravilló el tío Cándido de aquella historia, pero se
compadeció del estudiante, le perdonó el daño causado y le dijo que se fuese a
escape a presentarse a su padre y a reconciliarse con él.
No se hizo de rogar el estudiante, y se largó más que deprisa,
despidiéndose del tío Cándido con lágrimas en los ojos y tratando de besarle la
mano por la merced que le había hecho.
Contentísimo el tío Cándido de su obra de caridad se volvió a su casa
sin burro, pero no quiso decir lo que le había sucedido porque el estudiante le
rogó que guardase el secreto, afirmando que si se divulgaba que él había sido
burro lo volvería a ser o seguiría diciendo la gente que lo era, lo cual le
perjudicaría mucho, y tal vez impediría que llegase a tomar la borla de Doctor,
como era su propósito.
Pasó algún tiempo y vino el de la feria de Mairena.
El tío Cándido fue a la feria con el intento de comprar otro burro.
Se acercó a él un gitano, le dijo que tenía un burro que vender y le
llevó para que le viera.
Qué asombro no sería el del tío Cándido cuando reconoció en el burro que
quería venderle el gitano al mismísimo que había sido suyo y que se había
convertido en estudiante. Entonces dijo el tío Cándido para sí:
-Sin duda que este desventurado, en vez de aplicarse, ha vuelto a sus
pasadas travesuras, su padre le ha echado de nuevo la maldición y cátale allí
burro por segunda vez.
Luego, acercándose al burro y hablándole muy quedito a la oreja,
pronunció estas palabras, que han quedado como refrán:
-Quien no te conozca que te compre.
Actividades:
¿De qué pueblo sevillano es el tío Cándido?
¿De qué tipo de cultivo eran las tierras del tío Cándido?
¿Qué artimaña emplearon los estudiantes para hurtarle el burro al tío
Cándido?
¿Cómo crees que llegó el burro a manos del gitano?
¿Qué interpretación crees que hay que dar a las palabras con las que
acaba el cuentecillo?
AMPLIACIÓN: Este cuento tiene un rasgo en común con la novela latina El
asno de oro. Di cuál es.
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